Nos levantamos a las 7:15 con la idea de coger un autobús temprano hacia Homs, pero un problema en el hotel para procesar nuestra tarjeta de crédito retrasó nuestra salida hasta las 9:45. La estación de autobuses de Alepo se llama Ibrahim Hanano, y un taxi hasta allí nos costó 50 SYP. Trás un ligero registro del equipaje para acceder a la misma, encontramos fácilmente la oficina de una compañía de autobuses, United Transport, que opera frecuentes autobuses a Homs. Los dos tickets nos salen por 150 SYP. El viaje dura sólo dos horas, y esta vez no hay caramelos, pero nos entregan una botella de agua "sin marca" pero sellada a la entrada del autobús. El intercambio de autobuses se realiza en la estación de Homs, que se encuentra en las afueras de la localidad y donde hay poco que ver, aparte de sus modernas instalaciones. El primer inconveniente lo encontramos a la hora de localizar alguna empresa de las que allí tienen oficinas, que viaje a Palmira. Todos los horarios y tablas de destinos están en árabe, pero sorprendentemente Yolanda, ayudada por las equivalencias al árabe de la guía Lonely Planet, localiza con éxito la adecuada. Son sólo 100 SYP por cabeza y dos horas de espera, así que nos apalancamos en la cafetería y a base de Lipton Tea y Mandarin Cola (CocaCola y Pepsi están prohibidas en Siria) esperamos a que llegue el momento de abordar el último autobús del día.
En el autobús de Palmira, como novedad, no somos los únicos occidentales. Una pareja de alemanes cargada con sus bicicletas se encargan de complicar la salida hasta que logran acomodar sus vehículos en el maletero del autobús. Justo antes de llegar al pueblo de Palmira, o Tadmor, como lo llamán sus habitantes, el autobús se detiene y el conductor nos dice que es ahí donde debemos bajarnos. Le hacemos caso y en cuanto el autobús se aleja, nos damos cuenta que nos ha dejado a bastante distancia del pueblo y, sospechosamente, en la puerta de un hotel, cuyo dueño, se ofrece a enseñarnos sus habitaciones. Como tenemos claro que preferíamos ver primero el Hotel Zenobia, famoso por estar situado dentro de la zona de las ruinas y por su larga historia de arqueólogos y huéspedes ilustres. Se lo hacemos saber y se ofrece a llevarnos en su coche por unos módicos 75 SYP, una cantidad desorbitada para los excasos 500 metros que nos separan del lugar, pero que con el calor abrasador que cae a esas horas, aceptamos pagar a regañadientes.
Al llegar al Zenobia, nos sentimos un poco defraudados, en buena parte influenciados por el hotel de Alepo. El lugar, aunque con bastante tradición, aparece bastante viejo y destartalado, y más aún después de ver una habitación. Aunque el precio cae inmediatamente de $80 a $50, al decirles que no nos convence demasiado, decidimos probar suerte en el pueblo, que se encuentra a unos 300 metros. A la salida del hotel, los camelleros nos asaltan ofreciéndonos sus servicios. A la entrada del pueblo se situa la Oficina de Turismo, que básicamente es un funcionario y una mesa con dos folletos. Allí nos indican que en Palmira existen 2 hoteles de 3 estrellas: el Villa Palmyra y el Heliopolis. El centro del Palmira consiste en una calle principal sin asfaltar donde se ubican la mayoría de los hoteles y restaurantes del pueblo. Al vernos pasar con nuestro equipaje a cuestas, nos llueven ofertas de hoteles desde ambas aceras, que nosotros, ignoramos teniendo claro nuestro destino.
La habitación nos decepciona un poco por los $50 solicitados, así que decidimos pasarnos por el vecino Helipolis, para ver si la oferta es mejor. Este último está completo, así que decidimos dar una oportunidad a un chico que nos ha seguido en bicicleta desde que entramos en el pueblo, ofreciendonos un alojamiento barato y limpio, y nos convence para visitar el Palace Hotel, que aunque algo básico, por $20 ofrece la mejor relación precio-calidad de lo visto hasta ahora. Al final, negociamos dos noches por $35, desayuno incluido. Allí conocemos a Mohamed, el dueño del hotel y a Ahmad, el conductor oficial del hotel, que nos propone subir al castillo árabe de Qala'at ibn Maan a contemplar la puesta de sol por $6. Aceptamos, y trás dejar las cosas en la habitación, partimos en su destartalado Mercedes.
La puesta de sol es sobre el desierto sitio es excepcional y nos permite por primera vez comprobar las dimensiones de las ruinas desde las alturas. A la salida nos hacemos fotos con un vehículo de Naciones Unidas.
A la vuelta, concertamos con Ahmad la visita de las Torres Funerarias para el día siguiente. Para cenar nos dirigimos al restaurante Traditional Palmyra, recomendado por Lonely Planet. Cenamos en la terraza, Mansaf, un plato tradicional beduino, a base de arroz y cordero bastante especiado que nos deja muy satisfechos después de habernos saltado el almuerzo. La cena acaba con un plato enorme de deliciosa sandía, unos tés y una narguila, la tradicional pipa de agua y tabaco arómatico, que ponen el punto final a un día muy largo e interesante. El amable personal del restaurante nos enseña un libro de visitas donde viajeros de todas partes del mundo han dejado sus comentarios sobre el lugar y en muchos casos, han dejado algun recuerdo suyo, como monedas, tarjetas de visitas. Algún español había dejado un bono-metro... :)
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