Viaje a Oriente Medio 2003: Siria | Líbano | Jordania | Palestina El conflicto Palestino-Israelí Diario del viaje
Día 11 - Jerash - Viaje a Israel
30-09-2003
Pasamos el ecuador del viaje y acometemos la parte más incierta del mismo: la visita a Israel y los Territorios Ocupados. Aparentemente los días previos han sido tranquilos en la zona y como vamos bien de tiempo con el día ganado en Baalbeck nos decidimos a ir y ver las cosas por nosotros mismos. No se trata de eso esto de viajar?. A las 8:00 Jabr nos esta esperando. Nos lleva en su furgoneta a Jerash, las ruinas de una ciudad romana a las afueras de Amman. La entrada, 1,5 JD con carnet de estudiante. Aunque no es demasiado grande, el lugar nos parece abrumador, aunque menos que Palmira. Algunos lugares como el teatro o la fuente nos sorprenden por su extraña belleza decadente. Lo más representativo del lugar es la Plaza Oval, bastante bien conservada, y el Arco de Adriano, que en nuestra visita se encuentra en obras.
Columnas de la Plaza Oval  o Foro de Jerash
Ninfeo. Fuente y templo dedicado a las ninfas
El Arco de Adriano, que fue construido para conmemorar la visita del emperador Adriano a Jerash
Tras una vista record en menos de una hora y media, Jabr nos conduce a la frontera del Puente de King Hussein. Quedamos con él para que nos recoja el sábado en el mismo sitio para llevarnos a Petra a través de la Kings Highway. A eso de las 11:30 comienza nuestro periplo por la frontera del Puente King Hussein (Allemby para los israelies). En primer lugar hay que pasar por el edificio de Inmigración jordano para pagar los 5 JD de impuesto de salida, que se empeñan en cobrarnos a pesar de llevar menos de 24 horas en el país, procedentes de Siria, lo que técnicamente debería considerarse tránsito. Una vez realizado este trámite, nos envían al "edificio de salidas", que resulta ser una parada de autobuses, lleno de moscas hambrientas, que nos atacan vorazmente durante la hora larga que hemos de esperar el autobús que cruza la escasa distancia entre las dos orillas del rio Jordán.

Durante esta espera conocemos a Rouhi, un palestino-americano, que cuando nosotros llegamos lleva ya dos horas esperando el dichoso autobús. El resto de personas que esperan junto a nosotros son en su mayoría diplomáticos con pasaporte de Naciones Unidas. Por fin aparece el autobús, y empezamos la larga odisea de cruzar los excasos 500 metros entre los dos paises. Tras un par de controles, cruzamos el rio y las autoridades israelies nos mantienen una hora esperando dentro del autobús. En este punto alcanzamos a otros dos autobuses repletos que aparentemente se encuentran esperando la misma autorización que nosotros. Uno de los diplomáticos de Naciones Unidas, con aspecto hindú, nos comenta que en esos autobuses acumulan a los ciudadanos palestinos que intentan ingresar en el país procedentes de los campos de refugiados jordanos, y que estos llevan bastantes más horas que nosotros. Ante la indignación por la espera, el diplomático nos contesta que si nosotros extranjeros nos sentimos mal tratados, no nos podemos ni imaginar como los tratan a ellos. Es la primera vez que sentimos tan de cerca el "apartheid". Estos intimidantes puestos militares fueron las únicas vistas durante gran parte del día.
La frontera de King Hussein Bridge (para los Jordanos) o de Allenby (para los israelies). Las complicaciones para entrar en el pais a través de este lugar son grandes, y es patente la diferencia de trato entre turistas y diplomaticos, y refugiados palestinos intentando volver a su tierra. A nosotros nos llevo más de 5 horas cumplir todos los registros y trámites de seguridad. Otros, incluidos mujeres con niños y personas enfermas, no tuvieron tanta suerte
Cuando al fin nos dan paso, lo hacen hasta un lugar donde nos hacen bajar a todos, dejando toda pertenencia excepto el pasaporte dentro del vehículo mientra lo inspeccionan con perros. Tras esta nueva espera nos autorizan a continuar camino hacia la terminal israelí, donde nos esperan con un gran despliegue de medios de seguridad y soldados de paisano armados con modernas y amenzantes ametralladoras. Se produce un momento especialmente tenso cuando uno de los soldados me apunta directamente al estomago, extrañado por el bulto que se percibe bajo la camiseta, y que no es más que le monedero colgante que usamos durante el viaje. Me levanto la camiseta para que pueda comprobar que no se trata de ningún explosivo. Primer momento serio de duda de si deberiamos estar aquí. Una vez dentro nos esperan 2 largas horas más en la cola de inmigración donde autorizan o deniegan los visados. Los diplomáticos lográn colarse gracias a su condición y curiosamente se disculpan por ello. Cuando al fin nos toca el turno, multitud de preguntas sobre nuestros sellos árabes, el propósito de nuestro viaje, interés por si llevabamos encima un mapa del país (?), y cuestiones sobre nuestra capacidad económica. Aun así nuestra historia no debe convencer demasiado, porque la chica de inmigración ha de consultar durante largo rato con sus supervisor si nos conceden un visado. Al final, nos conceden unicamente un visado de una semana cuando lo habitual es un mes.

Cuando ya pensabamos que habíamos acabado, llega la fase de revisión exhaustiva de equipajes, donde revisan todas nuestras pertenencias con detectores de explosivos, incluso entre las páginas de los libros. Tanta seguridad ya nos está desquiciando. Rouhi nos espera gentilmente porque dice que quiere asegurarse de que llegamos seguros a Jerusalem. A estas alturas se ha convertido en nuestro angel de la guarda, dado que el puesto de cambio de moneda está cerrado, y el autobús que va a partir, solo acepta moneda israelí. Nos paga el billete a nosotros y a una japonesa despistada que viaja sola llamada Hikito y que no habla practicamente nada de inglés. Al final el autobús no va a Jerusalem, sino a una estación de autobuses a las afueras de Jericó, pero antes nuevos controles de pasaportes en la carretera. La mayoría de pasajeros son palestinos que no han logrado cruzar hoy la frontera y han de volverse para intentarlo otro día. En la estación de taxis, vorágine de taxistas sobre nosotros, pero Rouhi de nuevo nos salva y consigue un taxi de confianza que nos lleva a los cuatro al centro de Jericó a comer algo en un restaurante. Como es habitual no nos deja pagar, incluso el taxista es invitado. La comida resulta muy agradable tras el largo día de esperas, y la conversación rápidamente deriva hacia el problema palestino y la catastrofe humanitaria que está provocando. Cambiamos dinero y aprovechamos para hacer una foto de la espectacular puesta de sol en el centro de Jericó.
Tomamos camino hacia Qalandia, donde habremos de separar caminos, Rouhi hacia su pueblo, Hikito hacia Ramala, y nosotros hacia Jerusalem, pero antes, hemos de atravesar el checkpoint que bloquea Jericó, donde trás una nueva espera de 20 minutos, los militares nos avisan que para los turistas (si se ha entrado desde Jordania) es posible salir de Jericó pero imposible volver a entrar. El soldado que nos interroga no tiene mas de 18 años, y aunque bastante educado no deja de apuntarnos con el arma. Durante la espera podemos observar y fotografiar la zanja realizada con excavadoras alrededor de la ciudad y el muro de hormigón y alambre de espino que hacen completamente imposible la salida por otro lugar que no sea el puesto militar.
El checkpoint de Jericó está vigilado por un amenazador puesto de ametralladoras
Una vez salimos de Allenby, nos dirigimos a la histórica ciudad de Jericó con nuestro nuevo amigo Rouhi, una palestino americano que conocimos en el autobús de Jordania. Acabamos de llegar a este país y ya pudimos comprobar la hospitalidad palestina. A la salida de Jericó, camino de Jerusalem, el primer checkpoint. Primer interrogatorio por parte de un jovencisimo soldado israelí. Nos recuerda que los extranjeros estamos autorizados a salir de Jericó, pero no a entrar
En los 20 minutos de espera, pudimos comprobar el sistema que utilizan los israelies para asegurar que el checkpoint es el único punto de salida de vehiculos: trazan una zanja con excavadoras alrededor de toda la localidad. A veces, las personas han de recorrer decenas de kilometros entre las montañas y cruzar zanjas como esta para llegar a sus lugares de trabajo
Al llegar a Qalandia hemos de separarnos. Nos hacemos una foto de recuerdo con nuestros, ya, nuevos amigos. Rouhi nos da su número de movil, y su dirección en USA, y se ofrece a quedar con nosotros un día y enseñarnos Ramala y sus alrededores. Seguimos camino hacia Jerusalem en un taxi, que por 40 NIS, y en 15 minutos, nos deja en la puerta del Jerusalem Hotel. El hotel es un poco caro, $85, pero merece la pena. Las habitaciones están realmente cuidadas, con camas enormes, techos muy altos y una atmosfera muy acogedora. Nos asignan la 204, con vistas al jardín y la ciudad antigua. Estamos agotados trás un día tan largo, así que optamos por cenar en el restaurante del jardín y acostarnos pronto.
Antes de irnos a la cama, decidimos intentar alargar la estancia aquí al menos un día mas, dado que el viernes es día festivo y poco podremos hacer.