Trás el pertinente desayuno quedamos con uno de los conductores de Abu para que nos acerque al checkpoint de Belén, desde donde por nuestra cuenta visitaremos la Iglesia de la Natividad y un campo de refugiados próximo, en la compañía de Yasser, un conocido suyo con el que nos habremos de poner en contacto una vez hayamos acabado la visita a Belén. Pero antes, nos da tiempo a dar una vuelta por la Ciudad Antigua y visitar nuevamente nuevo el Muro de las Lamentaciones trás un nuevo e infructuoso intento de acceder a la Explanada de las Mezquitas. El recinto del Muro parece más animado que el otro día y me decido a entrar en el área de oración y para así poder realizar mejores fotografias. Pido permiso a uno de los vigilantes del recinto y me lo concede a cambio de que me cubra la cabeza con un kipá.
Cuando ya estoy acabando de hacer fotos y me dispongo a salir, un hombre de paisano me pide que le acompañe, ya que quiere enseñarme algo. Confiadamente le sigo hasta el interior de la sinagoga cuya puerta se encuentra en la esquina de la plaza, donde en excasos quince segundos me muestra el interior de la pequeña gruta, en la que ensimismados rabinos se oran y discuten entre ellos. Es un lugar de gran actividad y prácticamente nadie repara en mí, hasta que la persona que me guía avisa a un rabino ciego que parece ser todo una autoridad, y trás preguntarme si estaba casado y el nombre de mi mujer, me impone una breve bendición en hebreo. Hasta aquí todo bien: aunque no me considero creyente de ninguna religión, pienso que nunca viene mal una buena bendición. Lo que pasó a continuación ya no fue tan agradable: entre esta persona y otra más, me rodean y me exigen una donación para la sinagoga, ante lo cuál respondo que no tenía pensado hacer una donación en ese momento. Viendo la cara enfurecida con que me amenazan al ver mi poca colaboración, les ofrezco 20 NIS ($), ante lo cuál uno de ellos se rie diciendo que si estoy de broma. Les digo que es lo único que puedo permitirme y parece que la excusa convence medianamente a uno de ellos, pero no al otro... aprovecho el momento en que empiezan a discutir entre ellos para salir apresuradamente de la encerrona. Cada cuál que saque sus propias conclusiones.
Tras la pequeña extorsión de la mañana, nos dirigimos al encuentro del conductor que nos traslada al checkpoint de Belén, lugar que como es habitual no pueden atravesar los vehículos y ha de transitarse a pie trás el pertinente interrogatorio y chequeo de pasaportes por parte de los militares. Desde el checkpoint se puede observar sobre una colina cercana el asentamiento judio de Har Homa, cuya expansión queda delatada por unas enormes gruas. En teoría, con los acuerdos de la Hoja de Ruta, Israel debería retirarse de la zona como paso previo al reconocimiento de un estado palestino. Nada de lo que vemos y oimos estos días indican que se esté trabajando en este sentido. Un hombre de avanzada edad, junto a su burro, intenta dar un rodeo para evitar el checkpoint, suponemos porque no tiene el permiso adecuado, y es requerido a darse la vuelta a gritos por megafonía a la vez que es apuntado por las ametralladoras del puesto de vigilancia. Al resto de la gente que espera pacientemente en la cola, el incidente parece no sorprenderles lo más mínimo, a nosotros nos resulta aterrador.
Trás el paso del checkpoint encontramos un taxista que nos lleva al centro de Belén, no sin antes llamar por teléfono a un sobrino suyo que habla español para que nos reciba y nos enseñe la Iglesia de la Natividad. De poco sirven nuestras indicaciones de que deseamos realizar la visita por nuestra cuenta. Al llegar al centro, su sobrino nos está esperando y con un perfecto español, concretamente de Móstoles, nos convence para visitar la tienda de un familiar trás una rápida explicación de la basílica. Ni él ni el taxista quieren cobrar por sus servicios, ambos parecen conformarse con la comisión de la tienda. Curiosamente, en la tienda nos encontramos con Anthony, que nos acompañó el día anterior a Abu Dis. Palestina es a veces un lugar muy pequeño. Compramos un bonito pesebre hecho a mano con madera de olivo. Junto a la plaza del Pesebre se encuentra el Centro por la Paz y la Iglesia de la Natividad. El lugar parece apacible y tranquilo, y es dificil imaginar las escenas que se vivieron en su interior e inmediaciones el pasado año, con la invasión del ejercito para capturar a los activistas palestinos que se refugiaron aquí. Un inmenso cartel de Yasser Arafat preside una de las fachadas de la plaza.
El interior de la Iglesia de la Natividad es muy espacioso, de nuevo, con varias salas anexas cada una perteneciente a una confesión cristiana. El pasillo principal de columnas conduce al altar mayor que pertenece a la iglesia ortodoxa griega, que actualmente son los encargados de su cuidado.
Una escalera a ambos lados del altar, conduce a la cripta donde se encuentra el antiguo portal de Belén. Aquí se puede ver el lugar donde nació Jesucristo, cubierto en la actualidad con una estrella plateada. También está el lugar donde se supone que estuvo el pesebre. Pasamos largo rato en soledad en esta mística cueva.
Trás la visita, llamamos a Yasser para que venga a recogernos y le esperamos en la puerta, donde nos asaltan un par de vendedores de recuerdos, a los cuales compramos algo por solidaridad, dado que el panorama es bastante desalentador para ellos, sin turistas a los que vender, cuando hace unos años venían a millares. El ambiente del campo de refugiados de Daheisha es completamente diferente. La miseria se impone y las caras de las personas que nos cruzamos muestran la dureza de la vida que llevan desde hace años. El lugar comenzó como un asentamiento de tiendas de campaña y con el paso de los años, pequeñas edificaciones, siempre vistas como temporales por parte de sus habitantes, han ido surgiendo de forma anárquica y sin la mayoría de los servicios básicos.
Yasser nos acompaña en nuestro paseo y nos explica muchas de los aspectos de la realidad palestina que uno no puede llegar a comprender hasta que se enfrenta cara a cara con ella. Es sin duda un gran desastre humanitario al que ni las Naciones Unidas ni la comunidad internacional están sabiendo responder. En los locales de la organización Karama (Dignidad en árabe), que dirige el propio Yasser, nos muestran algunas de las actividades que esta ONG dedicada a apoyar y sacar de la calle a los niños de la zona. El trabajo de Karama está devolviendo la esperanza a muchos de los niños y niñas que por allí pasan. Si puedes echar una mano, entra en su página y haz una donación, es muy sencillo. El dinero será bien empleado. El contacto con los niños es realmente cálido, mostrando en todo momento cariño y respeto. En las calles de Daheisha hacemos fotos a los dispuestos niños que nos vamos encontrando, algo que les fascina, y a nosotros no nos deja de maravillar. El par de frases en árabe también les encantan. Ellos solo aciertan a gritar "teacher, teacher" (profesor).
Es hora de volver a Jerusalem. Un taxi nos lleva de nuevo al checkpoint donde al otro lado nos espera el conductor de Abu. Tendrá que esperarnos aún casi una hora, el tiempo que permanecemos retenidos, sin causa aparente, hasta que los soldados del checkpoint deciden reanudar el paso de personas por el mismo. Al llegar a Jerusalem, y dado que aún hay un poco de luz decidimos dar una vuelta por la zona norte, donde se situan algunos de los barrios judios. El contraste con las zonas árabes es enorme, no solo por la vestimenta de los transeuntes, sino por la mala cara con que nos miran. Tras deambular un rato por un par de calles, un cartel nos explica las normas de vestimenta que se han de cumplir para cruzar el barrio. Obviamente, estamos fuera de lugar, y decidimos volver al hotel para cenar. Trás la cena, hablamos con Rouhi por telefono y quedamos con él para visitar el día siguiente Ramala.
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