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Nos levantamos a las 6:00 y en pocos minutos estamos en la estación de autobuses junto al hotel Movenpick. Trás varios sellados del billete y registro del equipaje, estamos en la planta baja de un moderno autobús de dos pisos. Hay servicio de comida y bebida a bordo. En menos de 4 horas, estamos en la estación de JETT en el centro de Amman. Allí mismo decidimos coger un taxi por 8 JD que nos lleva hasta el aeropuerto internacional Queen Allia, donde hace 3 semanas comenzó nuestra aventura.
Hemos llegado con casi 4 horas de antelación, así que somos los primeros de la fila, lo cuál nos hace albergar la esperanza de obtener asientos de salida de emergencia que habitualmente cuentan con más espacio para las piernas. Cuando abren los mostradores de check-in nos encontramos con la desagradable sorpresa de que no aparecemos en la lista de confirmaciones, aun habiendo confirmado desde Aqaba, y el vuelo tiene over-booking. Momentos de tensión con el representante de Iberia en Jordania, que sospechosamente cuela a un buen número de grupos de turistas españoles acompañados por guias, que se encuentran en la misma situación que nosotros. A la vista del comportamiento negligente del responsable de Iberia, unos chicos canarios generosamente nos ofrecen pasar camuflados en su grupo. Al final, y después de unos momentos de tensión, todo se arregla y logramos los dos últimos asientos del avión y acabamos pasando los controles policiales a la carrera para no perder el vuelo.
El vuelo de regreso es bastante tranquilo, y trás volar sobre las islas griegas, Sicilia y Cerdeña, a las pocas horas finalizamos el periplo en el aeropuerto de Barajas, Madrid, aun impresionados por todas las sensaciones de las últimas semanas, especialmente los días vividos en Palestina.
Tan solo queda empezar a preparar el siguiente viaje...
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